Entradas populares

miércoles, 19 de noviembre de 2014

"De entre todas...¿elegida?"

Introducción

A lo largo de este 2do curso de Arte, Cultura y Sociedad, estuvimos trabajando por equipos en la proposición e investigación de una de las tantas problemáticas, derivadas del proceso de globalización, que aquejan nuestro mundo actual. Todo esto con el fin de generar una acción artística que pudiésemos implementar en redes sociales y otras plataformas de internet bajo la consigna de incitar a los internautas a reflexionar sobre dicha problemática (la que cada equipo quisiera abordar).

A la par de este proyecto de intervención, cada uno eligió un libro para leer a lo largo del semestre con la idea de ir relacionando la historia con el problema que decidiéramos trabajar.
De este modo, y como un ejercicio muy personal, fui reflexionando los contenidos de mi libro: Yo, la peor, de Mónica Lavín para tratar de compararlos con la problemática que mi equipo y yo decidimos tratar.

Ahora tal vez se pregunten “¿Cuál es esta tan mencionada problemática?”, “¿De qué trata Yo, la peor?”, “¿Por qué esta chica goza de redundar tanto sus ideas?”… Bueno, pues iré por partes para responder ordenadamente a las primeras dos cuestiones que, a mi parecer, son las más importantes, la tercera es algo que aún ni yo misma me he podido explicar.

Para responder a la primera pregunta debo decir que, a pesar de que vivimos asechados de problemas que merecen la pena ser analizados por un grupo de estudiantes universitarias, decidimos que el proceso de “Selección Social” o mejor dicho, de estratificación de la sociedad a partir de los mecanismos económicos globales, era lo bastante pertinente para ser investigado ya que es algo que vivimos a diario, en casi todos los ámbitos de nuestra vida, a lo que tal vez no hemos prestado la atención suficiente pero que nos afecta directamente a todos y cada uno de nosotros.

Ahora bien, la “selección social” es un término que decidimos utilizar haciendo una analogía de la “selección natural” propuesta por Darwin, pero en nuestro caso, remite solo a la especie humana y al hecho de que, para seguir formando parte de la vida social, tenemos que adaptarnos a las exigencias que ésta vaya planteando; sólo los más hábiles, capacitados, especializados pueden aspirar a obtener condiciones de vida favorables que les permitan la supervivencia. Es aquí donde nos encontramos con otro problema: no todos tenemos las mismas oportunidades para desarrollarnos y capacitarnos a la par de otros, no todos vivimos en las mismas condiciones (nivel socio-económico, desarrollo tecnológico, equidad de género, etc.), de modo que estas injusticias se hacen cada vez más notorias.


Por otro lado, el libro titulado “Yo, la peor” es una novela basada en la vida de la célebre poetisa conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, en la que a través de diferentes personajes femeninos presentes en la vida de la ilustre monja, se nos van narrando las dificultades y peripecias por las que Sor Juana tuvo que pasar para llegar a ser la mujer mexicana más destacada del siglo XVII y para dejar una huella en la historia a pesar de la exclusión social a las que estaban sometidas las mujeres de su época. 


Juana Inés de Asbaje, niña de cuna criolla nacida en Nepantla en 1648; de personalidad atenta y  tranquila pero con una curiosidad insaciable. Las montañas nevadas del Iztaccíhuatl  y el Popocatepetl la vieron crecer en Amecameca y Panoayan, corriendo en los grandes campos de la hacienda de su abuelo, junto a sus hermanas María y Josefa, así como los hijos de la negra María, quienes atendían la hacienda.

Juana Inés pasaba horas en la biblioteca de su abuelo, quien de a poco en poco le fue enseñando el amor por los libros y el interés por aprender a leer. Cuando su hermana Josefa la llevó por primera vez a la escuela “Amiga” en Amecameca la maestra Refugio se quedó muy asombrada de que aunque era de menor edad que todos los niños, mostraba un gran interés por aprender a leer y escribir, además de una mente muy despierta para una niña de 6 años… ¿cómo no iba a ser raro si el número de niñas que asistían a la escuela en aquel tiempo era mucho menor que el de los niños, y más aún, cuando ninguna niña mostraba tanto entusiasmo por los conocimientos?

Unos años más tarde, cuando Juana Inés ya dominaba la lectura y la escritura, se decidió a participar en un concurso de poesía que organizaba el Sacerdote de Amecameca. Sobra decir que la loa escrita por Juana Inés al Santísimo Sacramento sorprendió al Sacerdote y a la maestra Refugio con su impecable rima, minuciosa caligrafía y la mezcla entre español y náhuatl. No cabía duda que esta niña de 7 años tenía un talento innato para las palabras.

“La maestra tomó la loa y abrazó a Juana Inés
-        ¿De dónde sacas las palabras?
-        Las oigo y las veo – contestó Juana Inés.
-        Se la pasa en la biblioteca del abuelo – agregó Josefa, entretenida con la rareza de su hermana.
-        ¿Y dónde la escribiste?
-        Sobre la mesa del abuelo, con su tinta y su plumilla.
-        Sólo a mí me lo dijo – intervino Josefa, que comenzaba a comprender que la maestra estaba gratamente sorprendida.”

Así fueron pasando los años de infancia de Juana Inés, hasta aquél día, tres años después de la muerte de su abuelo, Don Pedro Ramírez, cuando su tía María Ramírez la invitó a irse a vivir con ella a la capital para cumplir así la última voluntad del abuelo: propiciar que Juana Inés continuara sus estudios. De ese modo, con tan sólo 11 años, Juana Inés se adentró en la aventura de vivir en la Ciudad de México.

Unos años más tarde el esposo de la tía María, Juan Mata,  un comerciante español que había notado desde hacía tiempo el talento de Juana Inés y su pasión por los libros la recomendó con conocidos de la alta sociedad para que la ayudaran a entrar a Palacio como dama de compañía de la Virreina. La belleza e inteligencia de la joven Inés, además de la suerte de haber nacido en familia criolla (porque de haber sido mestiza jamás tendría dicha oportunidad), la ayudaron a ganarse el “puesto” como acompañante de la virreina Leonor de Carreto, mejor conocida como “La Marquesa de Mancera”, quien se convirtió en su protectora y mecenas. Inés cultivó, en poco tiempo, un fuerte lazo de amistad con la virreina, quien a su vez, admiraba su sencillez e inteligencia y la llevaba a las reuniones con los pensadores más ilustres de México. Para ellos era sorprendente ver que una joven de 17 años prefiriese hablar de Aristóteles, de Descartes o de las obras de Moliére antes que acercarse a algún joven de buena reputación para entablar algo más que una amistad.  

Esta actitud poco propia de las mujeres de la época intrigaba a algunos y molestaba a otros. Aquellos Marqueses, Condes y Duques de edad avanzada veían con malos ojos que una mujer sobrepasase su función de acompañante y que, de algún modo, hubiese adquirido los mismos conocimientos que a ellos les había llevado una vida adquirir.

En una ocasión, dichos hombres solicitaron al virrey Antonio de Toledo, “Marqués de Mancera”, que les dejase “contemplar” la inteligencia y sagacidad de Juana Inés a través de una evaluación en la que participaran las mentes más ilustres de la capital. El virrey, quién confiaba plenamente en el talento de Inés, accedió a someterla a evaluación para comprobarles que aquél talento no era un capricho femenino para hacerse notar entre los hombres. Fue así que Juana Inés demostró su capacidad para el debate y el diálogo filosófico, así como su habilidad en la creación de versos; con lo cual se ganó la admiración de algunos otros y la reafirmación del rechazo de otros.

El tiempo pasaba y Juana Inés no mostraba real interés por ningún joven; las otras damas del palacio, así como los clérigos y hombres de la corte, comenzaban a criticar dicha actitud. Así como ahora, sólo que en un nivel más radical, era mal visto que una mujer de más de 15 años no hubiese contraído ya matrimonio o que no mostrara interés por tener hijos. A la Marquesa de Mancera también le empezó a preocupar que Juana Inés prefiriese los libros antes que la maternidad.

Juana Inés advirtió pronto el “peligro” de desafiar las costumbres de su sociedad, de ser diferente al resto de las mujeres. Por lo tanto, para guardar su honor y seguridad, decidió escoger la opción que libraba a las mujeres del dominio de un marido o de la esclavitud como ama de casa y decidió entrar como novicia a un convento, porque aunque fuera servidora de la Iglesia, al menos tendría la oportunidad de continuar leyendo y escribiendo (cosa que hasta cierto punto, les estaba permitido a las religiosas). Fue así como después de estar un tiempo en la Orden de las Carmelitas Descalzas, decidió ingresar a un convento menos riguroso, la Orden de San Jerónimo.

Algún tiempo después, la marquesa y el marqués de Mancera fueron destituidos del cargo de virreyes y tuvieron que regresar a España; de camino al viejo mundo Leonor Carreto falleció, lo cual afectó mucho a la ahora llamada Sor Juana Inés de la Cruz. Sin embargo, la llegada de los nuevos virreyes marcó otro gran periodo de prosperidad para Sor Juana, en especial por el fuerte lazo de amistad que generó con la virreina María Luisa Manrique de Lara, “condesa de Paredes”, quien desde un inicio le mostró gran apoyo.

Ya en San Jerónimo, la hermana Cecilia, quien también sentía gran pasión por la poesía pero que no tenía el talento de Sor Juana, reprochaba que se le hubiese dado el cargo de administradora y de escritora oficial de la Orden. Juana Inés, sin embargo, aprovechaba toda oportunidad para encerrarse en su celda a escribir sonetos, liras, obras de teatro, décimas, loas, etc. Continuamente era invitada por la virreina a tomar el té y charlar con las grandes personalidades de la época.

Por otro lado, Refugio Salazar, antigua maestra de Juana Inés que siempre le escribía para darle noticias de Panoayan y Amecameca, advirtió la predilección que la monja sentía hacia María Luisa así como su interés por quedar bien ante ella y los de su corte… ¿sería que su ambición de conocimientos la había llevado a olvidar sus orígenes? ¿Sería que no quería perder la protección de los virreyes porque se sentía en constante asecho de la iglesia? ¿o acaso su personalidad humilde y amable se estaba viendo afectada por los grandes beneficios que su inteligencia le profería? Fuera lo que fuera, a Refugio le parecía que Inés había llegado tan alto que ahora pertenecía a una élite a la que incluso pocos criollos podían llegar.

“[…] No quería reconocer que estar bien con la virreina podía trastornar una amistad. Conceder al olvido de su persona razones políticas la lastimaba, y por la manera en que Juana Inés hizo partir a su hermana a la vista de María Luisa Manrique, las razones rebasaban la gentileza cortesana que la monja conocía. A Refugio le pareció que había una apasionada a mistad con esa mujer, alguien con quien compartir el asombro, alguien que podía tenerla al tanto del mundos y sus letras, una mujer inteligente, joven, hermosa y tan inquieta como ella."

Pero los buenos tiempos también tienen un límite. El favoritismo de la Condesa de Paredes hacia Sor Juana, no impidió que la iglesia comenzara a atacar a la monja por su estilo de vida. A su confesor, el jesuita Antonio Núñez de Miranda, no le parecía nada bien que sus obras hablasen tanto de temas mundanos y poco de temas divinos, que dedicara poco tiempo a la oración y que sintiera predilección por lecturas “poco sanas” como las tragedias griegas o de Shakespeare. Sin embargo, Sor Juana decidió rechazarlo como su confesor.

Un tiempo después, una polémica crítica teológica hecha por Sor Juana a un sermón del predicador Antonio Vieira, fue publicada bajo el nombre de “Carta atenagórica” por el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz bajo el seudónimo de Sor Filotea, con la intención de atraer la atención de la Inquisición hacia la monja. Además “Sor Filotea” advirtió a Sor Juana, en el prólogo de la publicación, que dejara de dedicarse a la escritura mundana y se dedicara a las cuestiones divinas. Sor Juana, al darse cuenta de que “Sor Filotea” era el obispo de Puebla, quien hacía poco le había expresado su apoyo y amistad en una visita, escribió una carta “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, en la que enardecidamente defendió su labor intelectual y el derecho de las mujeres a acceder a la educación.

Ella sabía del peligro que esta carta podría suscitar, pero se sentía segura con la protección de los marqueses de la Laguna. Sin embargo, pocos años después de este suceso, los virreyes vuelven a España, el marqués de la Laguna Muere y aunque María Luisa sigue pendiente de su querida amiga la protección que puede brindarle ya no es la misma.

Es entonces cuando Sor Juana se ve obligada a acatar las “recomendaciones” (más bien amenazas) del obispo de Puebla, el representante de la Inquisición en México y del padre Nuñez de Miranda, sobre dejar de escribir temas humanos y dedicarse sólo a las alabanzas a Dios. Además, algunos testimonios indican que fue obligada a renunciar a su biblioteca y deshacerse de todos sus instrumentos musicales y científicos, so pena de ir a juicio por herejía.

“Querida y admirada María Luisa:
Te escribo con la certeza de que no tenemos tiempo. Es preciso que procedas de prisa para que los lobos se den cuenta de que su plan ha fallado. Han seguido acorralándome y yo he dado muestras de que me han convencido, pero tú bien sabes la verdad. […] Te escribo atribulada por lo que desde la publicación de la Carta atenagórica, tres años atrás, ha sucedido, y emocionada por las providencias que tú has tomado para que ellos no logren lo que se han propuesto; para que si la Santa Inquisición ha de juzgarme como al amigo Palavicino […] encuentren que aunque mi pellejo se haga costra con las llamas y mis ojos se derritan y mi lengua no sea más que un músculo inservible, mis palabras habrán volado antes, habrán surcado mares y despreciado poderosas decisiones de que se me recuerde como a una santa , como a una arrepentida de haber dedicado al mundo palabras vanas.”

Misterio fue para todas las mujeres que a lo largo de la vida de Sor Juana la habían acompañado y admirado su ejemplo de perspicacia y desafío, si aquella leyenda que reza “Yo, la peor de todas…”, que escribió con su propia sangre en una arcada de piedra de su convento, fue sólo una resignada penitencia ante la amenaza de “los lobos” o si, valiéndose de su habilidad para dar vida a las palabras, habría reflejado ahí la sentencia de su triunfo ante los que la condenaban.
En 1695, una fuerte epidemia azotó a la Nueva España y miles de personas murieron, entre ellas Sor Juana Inés de la Cruz.


Tal vez, si Juana Inés de Asbaje no hubiese nacido criolla, si su abuelo y sus tíos no la hubieran apoyado en sus primeros estudios o si Juan Mata, con buen rango social, no la hubiese recomendado en como dama de compañía de la Virreina, muy probablemente jamás se habría convertido en la mujer mexicana más ilustre, tanto del periodo colonial, como de la historia de México en general. Su vida, de algún modo, nos refleja las ventajas y oportunidades que da la educación cuando se combina con una buena posición social. Sin embargo, creo que lo que más admiramos de Sor Juana no es si fue amiga de las virreinas o su ambición de conocimientos, sino el hecho de que se atrevió a ir en contra de los principios que marcaba una sociedad tan selectiva y delimitada como la suya, en la que las mujeres tenían siempre las menores posibilidades de destacar. Se le admira su valor por defender el derecho de las mujeres a tener las mismas oportunidades que los hombres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario