La goblalización es un proceso que ha acarreado muchos
beneficios pero también muchas problemáticas, algunas nuevas otras no tanto.
Todas estas problemáticas, tal como el proceso que las genera, están íntimamente
relacionadas unas con otras. Por esto mismo es difícil poder abordar un solo problema
sin ligarlo irremediablemente a otro.
Al hacer mi análisis sobre varios de estos problemas para
decidir cuál de ellos era el más “apremiante”, me encontré con la sorpresa de
que al ir buscando las causas de cada uno, de alguna u otra forma siempre
llegaba al mismo resultado: un conceptito caprichoso que más que definido me
parece sumamente abstracto, sin embargo lo encuentro implícito en todo, el
valor económico.
Tratando de acotar un poco mi análisis, y digo “un poco”
porque este es un problema verdaderamente amplio que engloba importantes
teorías económicas al respecto, me limitaré a abordar este problema desde el
elemento que, yo creo, es la manifestación material del valor económico que
manejamos más directamente: el dinero.
El dinero es
un medio de intercambio, por lo general en forma de billetes y monedas,
que es aceptado por una sociedad para
el pago de bienes, servicios y todo tipo de obligaciones. Su origen etimológico
nos lleva al vocablo latino denarius, que era el nombre de la moneda que utilizaban los romanos.
“El dinero mueve al mundo” se suele decir. Todos sabemos qué
es el dinero y para qué nos sirve, sin embargo nunca nos ponemos a pensar lo
que realmente representa; sin embargo, estamos de acuerdo en que vivimos esclavizados
por él.
A lo largo de nuestra historia el valor económico ha
representado un fuerte problema para todas las naciones, las cuales han ido desde
pugnas por la obtención de mayores riquezas hasta la concretación de tratados
comerciales que permitan la libre circulación de bienes que representan un valor
económico. Sin embargo, en nuestro medio más inmediato, como miembros poco
diferenciados dentro de una masa social, vemos en el dinero la mayor referencia
del valor económico y hacemos de todo por obtenerlo: nos movemos para y por el
dinero.
El dinero nos aporta muchas cosas tanto psicológicas como físicas,
tanto positivas como negativas. Basta con preguntarnos ¿qué necesito para vivir en este mundo? Dejando de lado las
cuestiones “superiores” y concretándonos sólo a un plano físico y puramente
material podríamos responder: necesito alimentarme, necesito un lugar seguro en
el que pueda habitar, necesito sentirme seguro. Tal como lo plantea Maslow,
estas son las necesidades más inmediatas y primitivas, las que residen en el primer peldaño de nuestra pirámide de necesidades. Pero resulta que en
nuestra sociedad actual, para lograr satisfacer estas necesidades es necesario
contar, principalmente, con el poder del dinero y para obtenerlo de forma socialmente aceptable es
necesario trabajar y para trabajar hay que tener la capacidad de ser útiles
para ello. Sin importar el tipo de trabajo, se tiene que tener una preparación
previa y para ello debemos acumular conocimientos y para ello hemos de ser
instruidos por alguien que ya tenga dichos conocimientos y así, de forma
sucesiva, se va complejizando el proceso para lograr satisfacer esas necesidades
básicas que cualquier otro animal no tardaría tanto en satisfacer … ¿no es esto totalmente absurdo?
Ahora, hay que considerar que el ser humano tiene otras tantas necesidades que responden a planos emocionales y psicológicos, que igualmente deben ser satisfechas para mantener cierto equilibrio en la vida. Y es aquí donde todo se complica aún más, porque al igual que con las necesidades básicas, requerimos del dinero para satisfacer estas otras. Inmersos en este sistema no nos queda de otra que buscar las maneras para obtener ese tan preciado dinero siendo partícipes de una serie de consideraciones socioeconómicas que al final, nos terminan envolviendo en una dinámica enajenante, que nos domina y que nos impide percatarnos de toda una serie de cosas que afectan nuestra vida, esa vida que ahora tanto nos cuesta vivir.
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